La cutrepolémica

La cutrepolémica
No sé si lo peor es la orden de acudir a la conferencia de Saura o las sandeces dichas luego para ocultarla
Pilar Rahola 21/12/2008 Actualizada a las 03:31h Política
En los tiempos del paraíso virtual, ¿resulta extraño que un político se conforme con los aplausos de atrezzo que le conceden unos seguidores de pega en una conferencia? No importa si todos sus amigos tienen reuniones ineludibles a esa hora, y si no quiere escucharlo ni el Tato porque lo único realmente importante es llenar el campo visual de los 30 segundos de gloria del TN de las nueve.
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PALABRAS CLAVE
Saura, Joan Boada, La Vanguardia, Mossos, Jaume Bosch, Joan Delort, Jordi Basté, Generalitat, Peter, Boada, RAC1, Caudillo
Si, además, la claca enviada al evento, resulta vistosa, bien ceñida en su uniforme reglamentario, entonces el engaño visual cuaja por arte de ilusionista, y así un pobre conseller en horas bajas, simula ser alguien en la vida. Esta técnica de engaño visual ha sido profusamente usada a lo largo de la historia, tanto, que no le haremos el favor al señor Saura de recordar, por ejemplo, los montajes que hacía el mismísimo Caudillo cuando se paseaba por tierras díscolas. O los asesores de los zares rusos, que montaban escenarios de pueblos inexistentes, para hacer creer al zar que el país era próspero. Es el cuento del rey desnudo, con la diferencia de que el rey del cuento se engañaba a sí mismo, y este rey progre quiere engañarnos al resto. ¿Será la técnica de esos animalitos que se hinchan como globos para simular una fuerza inexistente? Lo cierto es que el esperpéntico desaguisado que ha protagonizado de nuevo la Conselleria d´Interior, a costa de la imagen de los Mossos, tiene todos los elementos para ser considerada la polémica más cutre de los últimos tiempos. Si me permiten la sinceridad, lo que me sorprende es precisamente esa cutrez, quizás porque una piensa que el poder tiene mecanismos de autodefensa ante el ridículo, y que hacerlo de forma tan evidente resulta difícil. Hay que esmerarse mucho para conseguir un ridículo tan redondo. La polémica es cutre, pero no es irrelevante, ni inofensiva; y eso multiplica su efecto escandaloso. Recordemos los hechos. El conseller Saura decide hacer una conferencia para hablar de sus cosas unos días después de que sus otros colegas de reparto hicieran lo propio, completando así el cuadro de la Santísima Trinidad. Y decide que se vea mucho uniforme en primera fila para simular que es un político popular entre la tropa. Y, coherente con la vieja doctrina de la dictadura del pueblo, dicta que mandos de los Mossos vayan, uniforme en ristre, a dicha conferencia. A partir de aquí, en homenaje al principio de Peter, el desaguisado va de mal en peor y pasa del drama al sainete. Que si Joan Boada va a RAC1 y, ante las preguntas de Jordi Basté, incumple alegremente el octavo mandamiento. Que después sale Joan Delort y desmiente al mentiroso, pero matizando tanto que se desmiente a sí mismo. Que más tarde va Jaume Bosch y, acorralado, saca su alma de calamar y escupe tinta contra los antecesores de Saura, y así hasta el infinito. Una ya no sabe si lo peor ha sido el acto primero, el de ordenar a cargos de los Mossos que vayan a una conferencia política, o la cantidad de sandeces que han dicho los interfectos para hacer creer que nunca sucedió lo que había sucedido. Especialmente bonito fue el reto chulesco que hizo Joan Boada a La Vanguardia para demostrar lo publicado. El pobre debió sentir nostalgia y confundió a un periódico serio con la vietnamita de su adolescencia. Por supuesto, La Vanguardia no tuvo problemas en demostrar la veracidad de su información, y desde entonces Boada ha enmudecido. Podríamos reírnos, ja, ja, ja. Pero el problema es que la Generalitat no es un guión de Carlos Arniches, sino el gobierno que gestiona el bien público de siete millones de personas. Y en esa gestión, el Dpartament d´Interior es una pieza clave para el bienestar social. Que ese departamento sea una fuente permanente de descrédito de la policía, que se juegue con su imagen, que se los abandone cuando sufren discutibles sentencias y que se los envíe a escuchar conferencias como si fueran unos colegiales, significa que tenemos un serio problema. Lo grave de Saura es que ni se da cuenta de lo mal que lo está haciendo. ¿Será el feng shui? ¿O será que la izquierda inteligente lo es tanto que no necesita ni serlo, ni parecerlo?

1 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajjajajajajaja