El desgaste de ETA

El desgaste de ETA
La ruptura de la tregua, la detención de jefes militares y la ilegalización de la izquierda radical han dejado a la banda armada en una situación de extrema debilidad

Uno de los tópicos acuñados en Euskadi es que, pase lo que pase, nada cambia. En el caso de la lucha antiterrorista, la imagen final responde a esa frase. Sin embargo, por debajo de la corteza, sí que se producen movimientos subterráneos cuyo alcance final es difícil de prever.
Esta última legislatura finaliza con una banda terrorista que ha situado un gran proyecto como el Tren de Alta Velocidad (TAV) en el centro de su diana. De la misma forma que lo hizo en los años 80 con la central nuclear de Lemoiz y en los 90 con la autovía de Leizaran. De nuevo, sus ataques pretenden condicionar una obra de máxima envergadura y no duda en asesinar, como hizo el pasado 3 de diciembre al matar a Inaxio Uria, consejero de una empresa que participa en el TAV. ETA demuestra que para ellos las cosas no han cambiado y que están dispuestos a repetir su historia.
Sin embargo, en los últimos cuatro años se ha producido una acumulación de hechos que lleva a pensar que las cosas no volverán a ser las mismas. El coste de la ruptura del proceso de paz abierto en 2006 todavía sigue generando problemas internos en la banda. Uno de los más importantes es el malestar existente en el colectivo de presos, que han visto como el fin de la tregua acababa con una de sus últimas posibilidades de conseguir una salida a su situación personal. Además, por primera vez en la historia, la izquierda abertzale no estará de ninguna manera en el Parlamento vasco al prohibirse sus listas. Según algunas fuentes consultadas, esta desaparición de la escena política podría aumentar su crisis interna, como efecto secundario de su creciente debilidad en todos los campos, con lo que podría costarle un esfuerzo cada vez mayor mantener la disciplina dentro de sus propias filas.
Ibarretxe ganó las elecciones de 2005 en un momento en el que ETA se encontraba en una situación operativa realmente confusa. Por un lado, Batasuna ya había iniciado contactos con el PSE y los rumores de tregua eran cada vez mayores. Asimismo, la izquierda radical había divulgado a finales de 2004 la denominada oferta de Anoeta, en la que apostaba por «sacar el conflicto de las calles». En ese momento se produjo un incidente inédito. El jefe militar de la banda, Garikoitz Aspiazu Rubina, 'Txeroki', había enviado un comando a Basauri cuyos componentes, al tanto de las hipótesis sobre un algo el fuego que se estaba divulgando, dudan a la hora de cometer un atentado. Los terroristas expresaron sus dudas a la dirección etarra y 'Txeroki' respondió: «No hay nada... tenéis que poner muertos sobre la mesa porque la moral está muy baja». En ese momento, la organización llevaba dos años sin cometer un asesinato y en algunos de sus atentados con explosivo había llegado a colocar el cartel de 'Peligro bomba'.
El 22 de marzo de 2006 la banda declararía su tregua. En los meses siguientes se produciría una paradoja. Mientras los más altos responsables policiales galos no cesaban de alertar sobre los movimientos de ETA en Francia dirigidos a rearmarse, desde el Gobierno socialista se afirmaba que las bases del proceso estaban bien asentadas. El principal punto de inflexión se produciría en octubre. El mismo día en que se debatía en el Parlamento europeo una iniciativa a favor del proceso de paz auspiciada por los socialistas, se conocía que los terroristas habían robado más de trescientas pistolas en un almacén de armas cercano a Nimes.
El asalto al arsenal ponía de manifiesto que el proceso se tambaleaba. ETA estaba mandando mensajes muy claros -como la aparición en octubre en el monte de Aritxulegi de tres terroristas que anunciaron la continuidad de la lucha armada-. Incluso así, desde el Gobierno se seguía apostando por los contactos. Ni siquiera el atentado contra la T-4, en el que murieron Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate, el 30 de diciembre de 2006, supuso el fin de la vía negociadora.
La ruptura definitiva se produjo en junio de 2007, cuando la banda ya anunció en un comunicado que «todos sus frentes estaban abiertos». Con anterioridad, la detención por parte de la Guardia Civil del 'comando Donosti', en abril de 2007, ya había dejado claro que la banda tenía voluntad de volver a la violencia. Los etarras tenían la orden de matar en el caso de que el ex miembro del 'comando Madrid' Iñaki de Juana falleciera en la huelga de hambre que protagonizó. El proceso de paz se había revelado inútil. Como resumió el ex presidente del PNV, Josu Jon Imaz, -participante en la conversaciones de Loyola entre PSE, PNV y Batasuna- la negociación final consistió en «que ETA puso una pistola en la cabeza de los socialistas» para intentar que aceptasen su propuesta de autodeterminación y territorialidad «en un chantaje intolerable».
Kale borroka
La vuelta a las armas, sin embargo, puso de manifiesto la debilidad de la banda. Las fuerzas de seguridad asestaron golpes sin precedentes a su estructura, como la operación en Cahors, en septiembre de 2007, en la que fue arrestado Luis Ignacio Iruretagoiena Lanz, 'Lucas', considerado el responsable de los grandes atentados de la banda y de la fabricación de explosivos. En enero de 2008, el instituto armado capturaba en Mondragón a dos de los miembros del 'comando Elurra', la célula que había realizado el atentado de la T-4 y se había convertido en un grupo de élite de ETA.
De forma paralela, el Cuerpo Nacional de Policía debilitó como nunca la mesa nacional de Batasuna. En octubre de 2007 eran detenidos la mayoría de sus integrantes en Segura. Esa redada fue el primer paso de una serie de arrestos que llevarían a los principales dirigentes de la izquierda abertzale a la cárcel. Cuando Arnaldo Otegi salió de prisión en agosto de 2008, tras haber cumplido quince meses de cárcel por enaltecimiento del terrorismo, era en la práctica el único dirigente que quedaba libre. La presión judicial, de la misma forma, ha supuesto la ilegalización de las formaciones sustitutas de Batasuna como EHAK o ANV.
El Cuerpo Nacional de Policía, por otra parte, había realizado decenas de operaciones contra la violencia callejera en las que habían sido detenidos más de un centenar de supuestos autores de sabotajes. Esta actividad policial se tradujo en la consecución de una de las tasas más bajas de acciones de kale borroka. Una de las paradojas de la legislatura desde el punto de vista de la lucha antiterrorista es la actuación de la Ertzaintza, que en estos cuatro años no ha realizado ninguna operación contra ETA y ha reducido a la mínima expresión el número de detenciones de supuestos impulsores de la violencia callejera. Una inactividad de este tipo en la consejería dirigida por Javier Balza no tiene precedentes en la actuación del Gobierno vasco.
Los mayores golpes a ETA, sin embargo, se iniciaron en mayo de 2008, cuando fue arrestado el considerado jefe político Francisco Javier López Peña, 'Thierry'. En noviembre caería 'Txeroki' y, 21 días más tarde, su sustituto, Aitzol Iriondo. Este encadenamiento de detenciones dejó a la banda sin cabeza. En principio, fueron capturados los principales dirigentes que habían roto la tregua y apostado por las armas frente a la negociación. Sin embargo, en un mundo opaco y clandestino como el de la organización etarra, esas posturas pueden tener matices. Según se ha sabido más tarde, 'Thierry' había sido expedientado por 'Txeroki' y tenía abierto un proceso para ser expulsado. En cierta forma, la división interna que había provocado en la izquierda abertzale el fin de la tregua había afectado también a ETA. El alcance de esta disensión se desconoce por el momento. En el colectivo de los presos, sin embargo, ya se han elevado voces críticas con la dirección etarra, además de la de históricos disidentes como los jefes terroristas José Luis Álvarez Santacristina, 'Txelis', o Francisco Mujika Garmendia, 'Pakito'. Otras voces como la de José Luis Urrusolo Sistiaga han mostrado su disconformidad, llegando incluso a defender la deserción de los miembros de la organización.
Recrudecimiento
Según los expertos antiterroristas, cuando ETA tiene problemas internos los resuelve con un recrudecimiento de sus acciones. Rompió la tregua con una bomba contra el cuartel de la Guardia Civil de Durango, que no causó víctimas mortales. Tras una serie de atentados contra edificios de la Ertzaintza y asesinatos frustrados como el del escolta Gabriel Ginés, en Bilbao, el primer crimen tuvo lugar el 1 de diciembre de 2007 en Capbreton. Un etarra mató a los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero en un ataque sin precedentes por realizarse en suelo francés.
En marzo de 2008, los terroristas quitaron la vida al ex concejal socialista de Mondragón Isaías Carrasco, dos días antes de las elecciones generales. Carrasco no llevaba escolta. En un atentado casi suicida, un comando acabó más tarde con la vida del guardia civil José Manuel Piñuel en mayo de 2008, al colocar un coche bomba frente al cuartel de la Guardia Civil de Legutiano. En septiembre asesinaron en Santoña al militar José Luis Conde.
Su último crimen fue el de Inaxio Uria, el empresario de Azpeitia vinculado a las obras del TAV. El atentado volvió a colocar a la banda en su bucle, aunque con matices. La campaña contra el tren no ha aglutinado a la masa crítica que en el pasado reunió la oposición a Lemoiz o a Leizaran. El asesinato, además, ha supuesto que voces históricas de la izquierda abertzale como la de Iñaki Antigüedad hayan salido a la palestra para rechazarlo. La rueda de ETA sigue girando, pero cada vez más lenta.

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